Constructor de Historia.

La idea es que partiendo de una situación podamos crear entre todos una historia.
Cada aportación no podrá tener mas de un par de líneas, y dejando siempre el final abierto para que otro la continué. No se podrá volver a escribir hasta que otras 3 personas lo hagan, y si en el momento de enviar nuestra parte de historia otro ya ha posteado deberemos volver a escribir nuestro texto para no crear una doble historia.
Para que la lectura sea mas amena recomiendo copiar el Texto ya existente y colorear solo nuestro texto con blanco para identificar la parte nueva.

Partamos de un mundo de fantasía, con la posibilidad de introducir a los personajes o criaturas mitológicas que creamos oportunas, siempre guardando una lógica en el avance de la aventura.

Espero que la idea de hacer esto sea de vuestro agrado y hagamos algo divertido.

La Posada del Perro Mudo, una taberna como otra cualquiera del reino de Karrish congregaban a distintos tipos de clientes, esa noche la taberna se encontraba casi llena, solo una o dos mesas se encontraban vacías mientras los viajeros llenaban sus estómagos, el pueblo descansaba de una jornada dura de trabajo y un grupo de guardias festejaban el ascenso de uno de ellos. Tras la barra, Dauren y su esposa servían platos calientes y bebidas frías a todo el que las pudiera pagar.

La Posada del Perro Mudo, una taberna como otra cualquiera del reino de Karrish congregaban a distintos tipos de clientes, esa noche la taberna se encontraba casi llena, solo una o dos mesas se encontraban vacías mientras los viajeros llenaban sus estómagos, el pueblo descansaba de una jornada dura de trabajo y un grupo de guardias festejaban el ascenso de uno de ellos. Tras la barra, Dauren y su esposa servían platos calientes y bebidas frías a todo el que las pudiera pagar.


Una moneda, traviesa, rodó por el suelo tras caer de los grasientos dedos de un hombre demasiado borracho para una actividad tan notable como sacar una moneda del bolsillo. El hombrecillo, bastante más viejo que alto, había perdido gran parte de sus dientes y de su antaño igual de grasiento cabello. Emocinado, el poco agraciado miró divertido el paseo de la moneda. Una bota paró la diversión cuando la pisó, interrumpiendo el entretenimiento. El anciano siguió el curso de las botas. Admiró los pantalones desgastados, la camisola vieja y el chaleco cargado de extraños y emocionantes objetos. Luego le vio el rostro, y el hombrecillo decidió acordarse que tenía que pagar la cerveza, girándose esperando no ser reconocido.

La Posada del Perro Mudo, una taberna como otra cualquiera del reino de Karrish congregaban a distintos tipos de clientes, esa noche la taberna se encontraba casi llena, solo una o dos mesas se encontraban vacías mientras los viajeros llenaban sus estómagos, el pueblo descansaba de una jornada dura de trabajo y un grupo de guardias festejaban el ascenso de uno de ellos. Tras la barra, Dauren y su esposa servían platos calientes y bebidas frías a todo el que las pudiera pagar.

Una moneda, traviesa, rodó por el suelo tras caer de los grasientos dedos de un hombre demasiado borracho para una actividad tan notable como sacar una moneda del bolsillo. El hombrecillo, bastante más viejo que alto, había perdido gran parte de sus dientes y de su antaño igual de grasiento cabello. Emocionado, el poco agraciado miró divertido el paseo de la moneda. Una bota paró la diversión cuando la pisó, interrumpiendo el entretenimiento. El anciano siguió el curso de las botas. Admiró los pantalones desgastados, la camisola vieja y el chaleco cargado de extraños y emocionantes objetos. Luego le vio el rostro, y el hombrecillo decidió acordarse que tenía que pagar la cerveza, girándose esperando no ser reconocido.

Ymirgen, el Trovador, había llegado a la posada. Conocido a la par que odiado cuentacuentos, todos en Karrish sabían que era el mayor mentecato, mentiroso, embustero, embaucador, ladrón, robabolsas y rastrero que había pisado el Reino alguna vez. El Trovador se percató de la huida del hombrecillo, pero decidió dejarlo ir. No en vano, había visto a un grupito de viajeros encapuchados, sentados en una mesa entre las sombras, a los que tal vez pudiera ofrecer alguna de sus múltiples vivencias a cambio de una buena cerveza y, por qué no, aligerarlos un tanto del peso de su bolsa...

La Posada del Perro Mudo, una taberna como otra cualquiera del reino de Karrish congregaban a distintos tipos de clientes, esa noche la taberna se encontraba casi llena, solo una o dos mesas se encontraban vacías mientras los viajeros llenaban sus estómagos, el pueblo descansaba de una jornada dura de trabajo y un grupo de guardias festejaban el ascenso de uno de ellos. Tras la barra, Dauren y su esposa servían platos calientes y bebidas frías a todo el que las pudiera pagar.

Una moneda, traviesa, rodó por el suelo tras caer de los grasientos dedos de un hombre demasiado borracho para una actividad tan notable como sacar una moneda del bolsillo. El hombrecillo, bastante más viejo que alto, había perdido gran parte de sus dientes y de su antaño igual de grasiento cabello. Emocionado, el poco agraciado miró divertido el paseo de la moneda. Una bota paró la diversión cuando la pisó, interrumpiendo el entretenimiento. El anciano siguió el curso de las botas. Admiró los pantalones desgastados, la camisola vieja y el chaleco cargado de extraños y emocionantes objetos. Luego le vio el rostro, y el hombrecillo decidió acordarse que tenía que pagar la cerveza, girándose esperando no ser reconocido.

Ymirgen, el Trovador, había llegado a la posada. Conocido a la par que odiado cuentacuentos, todos en Karrish sabían que era el mayor mentecato, mentiroso, embustero, embaucador, ladrón, robabolsas y rastrero que había pisado el Reino alguna vez. El Trovador se percató de la huida del hombrecillo, pero decidió dejarlo ir. No en vano, había visto a un grupito de viajeros encapuchados, sentados en una mesa entre las sombras, a los que tal vez pudiera ofrecer alguna de sus múltiples vivencias a cambio de una buena cerveza y, por qué no, aligerarlos un tanto del peso de su bolsa...

Ymirgen se acercó a la mesa luad en mano y empezó a tocar y cantar las hazañas de un Héroe que partió hacia las tierras oscuras en busca de un amor perdido mientras deambulaba por las mesas, muchos del pueblo ponían a buen recaudo sus jornales, pues sabían que el trovador estaba buscando a la mejor de las presas para esa noche. Al acabar la canción doblo su pequeña capa sobre su brazo y cogió su sombrero rojo en busca de limosna, al pasar cerca del grupito de viajeros encapuchados deslizó su mano, oculta por la capa, sobre la bolsa de dinero que uno de estos tenia colgada del cinturón, con un movimiento ágil de dedos quito el nudo suavemente y escondió la bolsa en un bolsillo de la capa, se dio sutilmente la vuelta para salir de la taberna cuando su víctima saco su verdoso brazo, lo agarro por el cuello y de un golpe lo tumbo sobre la mesa.

La Posada del Perro Mudo, una taberna como otra cualquiera del reino de Karrish congregaban a distintos tipos de clientes, esa noche la taberna se encontraba casi llena, solo una o dos mesas se encontraban vacías mientras los viajeros llenaban sus estómagos, el pueblo descansaba de una jornada dura de trabajo y un grupo de guardias festejaban el ascenso de uno de ellos. Tras la barra, Dauren y su esposa servían platos calientes y bebidas frías a todo el que las pudiera pagar.

Una moneda, traviesa, rodó por el suelo tras caer de los grasientos dedos de un hombre demasiado borracho para una actividad tan notable como sacar una moneda del bolsillo. El hombrecillo, bastante más viejo que alto, había perdido gran parte de sus dientes y de su antaño igual de grasiento cabello. Emocionado, el poco agraciado miró divertido el paseo de la moneda. Una bota paró la diversión cuando la pisó, interrumpiendo el entretenimiento. El anciano siguió el curso de las botas. Admiró los pantalones desgastados, la camisola vieja y el chaleco cargado de extraños y emocionantes objetos. Luego le vio el rostro, y el hombrecillo decidió acordarse que tenía que pagar la cerveza, girándose esperando no ser reconocido.

Ymirgen, el Trovador, había llegado a la posada. Conocido a la par que odiado cuentacuentos, todos en Karrish sabían que era el mayor mentecato, mentiroso, embustero, embaucador, ladrón, robabolsas y rastrero que había pisado el Reino alguna vez. El Trovador se percató de la huida del hombrecillo, pero decidió dejarlo ir. No en vano, había visto a un grupito de viajeros encapuchados, sentados en una mesa entre las sombras, a los que tal vez pudiera ofrecer alguna de sus múltiples vivencias a cambio de una buena cerveza y, por qué no, aligerarlos un tanto del peso de su bolsa...

Ymirgen se acercó a la mesa luad en mano y empezó a tocar y cantar las hazañas de un Héroe que partió hacia las tierras oscuras en busca de un amor perdido mientras deambulaba por las mesas, muchos del pueblo ponían a buen recaudo sus jornales, pues sabían que el trovador estaba buscando a la mejor de las presas para esa noche. Al acabar la canción doblo su pequeña capa sobre su brazo y cogió su sombrero rojo en busca de limosna, al pasar cerca del grupito de viajeros encapuchados deslizó su mano, oculta por la capa, sobre la bolsa de dinero que uno de estos tenia colgada del cinturón, con un movimiento ágil de dedos quito el nudo suavemente y escondió la bolsa en un bolsillo de la capa, se dio sutilmente la vuelta para salir de la taberna cuando su víctima saco su verdoso brazo, lo agarro por el cuello y de un golpe lo tumbo sobre la mesa.

- "Hey, amigo amigo" - El semiorco arqueó las cejas al tiempo que gruñía, enseñando sus desagradables dientes. - "Vamos, vamos, todo ha sido un malentendido" - El trovador balanceó la bolsa de las monedas, mientras enseñaba la palma de su otra mano. Cerró los ojos cuando fue salpicado por un oloroso resto de comida y unas gotas de baba que su atacante había desprendido de su boca al gruñir fuertemente. La criatura sacó de su cinturón un cuchillo mellado, lo balanceó con seguridad en su torpe mano, sosteniéndolo sobre su cabeza y se dispuso a acuchillar al ladrón. Ymirgen no vió a su salvador, tan solo vio una mano agarrando la mano de su agresor y escuchó su voz. "Yo que tu, no lo haría, amigo."